8 mar 2012

OBSERVACIÓN DE LA CUARESMA A TRAVES DE LOS SIGLOS. Por Telésforo A. Isaac, Obispo Emérito Iglesia Episcopal/Anglicana

La Cuaresma es un lapso de tiempo en que los cristianos se dedican a la observancia de retiros, ejercicios espirituales, ayuno y oración, emulando en algo el tiempo de Jesús en el desierto de las tentaciones.

Debemos tomar el tiempo de la Cuaresma para hacer introspección de nuestras almas, examinar la conciencia, ordenar la mente, escudriñar las acciones del pasado y decidir las normativas que regirán la conducta del presente, con el compromiso de seguir adelante, cimentando lo bueno y purificando las virtudes. La estación litúrgica de la Cuaresma comienza el Miércoles de Ceniza y termina el jueves de la Semana Santa; es tiempo propicio para estudiar cómo alcanzar el estado más elevado de espiritualidad, cómo lograr los deseos y metas, para satisfacer mejor la vocación de amar y servir a Dios, al prójimo y a uno mismo.

Este tiempo -de acercamiento a Dios y de introspección- nos faculta para hacer diagnóstico del procedimiento efectivo de la inteligencia emocional y las posibles consecuencias del cumplimiento puntual de las virtudes de la fe, la esperanza y el amor.

En la Biblia, el retiro a un lugar apartado, equivale a un tiempo de prueba y tentaciones en que los malos deseos deben tornarse en anhelos y metas positivas; la soberbia debe transformarse en humildad y el “ser viejo” debe morir, para dar paso a una “nueva criatura”, transfigurada y revestida de espiritualidad, de moralidad y de mansedumbre.

Durante los tres primeros siglos del cristianismo, el período de enfoque e intensidad espiritual que hoy conocemos como Cuaresma, era sólo de dos o tres días previos a la celebración Pascual de la Resurrección. Los candidatos o catecúmenos hacían ejercicios espirituales con mucha intensidad antes de su bautismo, lo cual se efectuaba la víspera del Domingo de la Resurrección.

La primera mención de la Cuaresma, como tiempo de ayuno, oración y preparación pre-bautismal, ocurrió en el Concilio de Nicea, en el año 325 d.C. Su origen –seguramente- se debió a la reminiscencia de cuatro acontecimientos narrados en la Santa Biblia: 1) El diluvio, cuando “por decisión de Dios de terminar la mucha violencia en el mundo llovió cuarenta días y cuarenta noches sobre la tierra.” (Génesis 6:13) (Génesis 7:12). 2) Los cuarenta años que duró el éxodo del pueblo hebreo en su peregrinación a la tierra prometida (Éxodo 24:18). 3) El peregrinaje de Elías al Monte Horeb, que duró cuarenta días y cuarenta noches, (1 Reyes 19:8) y 4) los cuarenta días de Jesús en el desierto de las tentaciones después de su bautismo en el Río Jordán. (Mateo 4:2). (Es de notar que cuarenta (40) para los hebreos significa un largo tiempo y no, necesariamente, días o años contados).

En los primeros tiempos las estrictas observaciones durante la Cuaresma se fueron incrementando a través de los años. Se establecieron muchas costumbres y prácticas además del ayuno, oración y dar limosna. Algunas de las tradiciones formaban parte del ritual de la liturgia: el Aleluya, Gloria in Excelsis Deo, y las antífonas de alabanzas no se usaban en las conmemoraciones, celebraciones eucarísticas u otros oficios religiosos. No se celebraban matrimonios, ni fiestas bailables, ni se cantaba o tocaba música secular. La costumbre era abstenerse de comer carne roja, huevos y lácteos, los miércoles y especialmente los viernes.

A partir del siglo IX, hubo algo de relajamiento de estas estrictas restricciones y ya con la Reforma Protestante del siglo XVI, muchas de estas prácticas y costumbres fueron ignoradas y a veces burladas por algunos cristianos; pero todavía hay residuos de esas tradiciones.

A fines del pasado siglo XX, la mayoría de las prácticas piadosas que los cristianos venían observando durante la Cuaresma, fueron ignoradas o relevadas por diversas actividades. Muchas no tienen relación con la fe y la práctica religiosa. Por el contrario, son fiestas seculares, bacanales, paseos, excursiones turísticas, u oportunidad para descansar, visitar a familiares o lugares de origen.

A pesar de los cambios y relajamiento de las tradiciones y costumbres de ayunar, orar y hacer actos de benevolencia, la Cuaresma es tiempo de introspección y espacio para ponderar en la vida de Jesucristo, su ministerio, su acción redentora y la esperanza que Él nos ofrece tener vida abundante ahora y siempre.




Telésforo A. Isaac,
Obispo Emérito Iglesia Episcopal/Anglicana

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29 feb 2012

CONFIEMOS EN LA FORTALEZA DIVINA EN ESTE NUEVO AÑO SECULAR

CONFIEMOS EN LA FORTALEZA DIVINA EN ESTE NUEVO AÑO SECULAR
En este año secular se hace necesario apoyarse en la fortaleza divina que mana del Dios misericordioso, dado lo que ocurre diariamente en este mundo donde con mucha dificultad se lucha con tenacidad para sobrellevar lo que acontece. En verdad, son la fe y la confianza las virtudes que mantendrán la esperanza viva, por tanto, solo queda decir con fervor religioso: “Señor, tu eres nuestro refugio, nuestra fortaleza, nuestro Dios en quien confiamos.” (Salmo 91 (90):1-2).
En el presente y los días venideros, la lucha será ardua para los decididos a propiciar mejoría en la sociedad. Muchos se sentirán desvalidos e incapacitados ante las adversidades, otros se mantendrán en silencio; más hay que continuar sin desmayar, porque: “La esperanza mantiene firme y segura nuestra alma, igual que el ancla mantiene firme al barco”. (Hebreos 6:19).
Los cristianos comprometidos y las personas de buena voluntad están en el deber de continuar ahora y siempre haciendo todo lo posible por mejorar la condición de vida de los que sufren de enfermedades físicas, mentales y emocionales; proveer adecuada educación al pueblo, neutralizar los actos de violencia, cambiar los corazones de los malévolos y corruptos, apoderar a los pobres, dignificar a los despreciados, hacer justicia a los extorsionados, levantar a los decaídos, reorientar a los extraviados, fortalecer a los débiles de espíritu, contrarrestar el tráfico de drogas peligrosas ; en fin, ayudar a cambiar el estado de inseguridad y maledicencia que socaban la moral, la seguridad y el bienestar de la sociedad.
Es necesario un reavivamiento de la sensibilidad cívica de todo el pueblo sensato. Es indispensable la demostración oportuna y efectiva de la fuerza moral de la autoridad gubernamental, de la justicia y de las fuerzas coercitivas de manera que haya paz y tranquilidad en los habitantes que bien merecen estar en estado permanente de sosiego.
Preciso es la toma de conciencia cívica, la genuina espiritualidad y la decidida voluntad que sirvan para motivar la transformación para un mejor mundo. Es indispensable enfrentar el mal que se impone en la sociedad; pues en forma inusitada hay fuerzas que están dominando grandes sectores de las naciones. Hay que luchar contra estas maldiciones. Por tanto, es vital mantenerse firme, decididos, perseverantes, revestidos de la verdad, la rectitud y la determinación de combatir los males, para no ser enredados en caos, tormentos, inseguridades, exaltaciones emocionales o encadenados en condiciones infernales por tiempo indefinido.
La espiritualidad genuina, la conciencia crítica-positiva y la precisión de la voluntad, son los elementos y las potestades que fortalecen la fe, ensanchan la esperanza y profundizan el amor para consolidar y animar las fuerzas necesarias de los ciudadanos íntegros para hacerle frente a las adversidades que acosan de manera escalada la armonía, la paz, la hermandad y la convivencia en la sociedad.
Es inapelable el esfuerzo para rescatar la sociedad de las manos poderosas de los maleantes, irresponsables, indisciplinados, ambiciosos, corruptos y megalómanos. El bienestar de todos los vivientes es de primordial importancia y esencial para el bienestar social, el respeto a la dignidad humana, el imperio de la justicia y el pleno disfrute de los derechos humanos. Luchemos pues en este nuevo año para anular las “malignas fuerzas (espirituales) que tienen mando, autoridad y dominio sobre este mundo oscuro.” (Efesios 6:12).

Telésforo Isaac
Obispo Emérito Iglesia Episcopal/Anglicana
Santo Domingo, República Dominicana.

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27 feb 2012

“LA PLOMADA DE RECTITUD Y JUSTICIA” Por Telésforo Isaac

En el Siglo VIII, antes del cristianismo, Amós profetizó al pueblo de Israel usando la plomada que, según él, Dios usaba para ver cómo es de recta la conducta del pueblo, y para medir la profundidad de la crisis de la justicia, la corrupción, la violencia y la insensibilidad que prevalecía en el reino. En el Siglo VIII, antes del cristianismo, Amós profetizó al pueblo de Israel usando la plomada que, según él, Dios usaba para ver cómo es de recta la conducta del pueblo, y para medir la profundidad de la crisis de la justicia, la corrupción, la violencia y la insensibilidad que prevalecía en el reino.

La plomada es uno de los instrumentos que los albañiles usaron desde tiempos inmemoriales para rectificar la línea vertical de una pared, y se usaba también para medir la profundidad de las aguas.

Amós, el pastor de ovejas y recogedor de higos silvestres, se propuso decir a los gobernantes y la clase pudiente de Israel, que Dios estaba examinando su conducta de inmoralidad, de injusticia y de abuso contra los pobres del pueblo.

En la forma sencilla de los maestros y profetas hebreos, el profeta Amós usó el ejemplo simbólico de la plomada del albañil para hablar acerca del juicio de Dios sobre los dirigentes de Israel. Él decía a nombre de Dios: “Oigan esto, ustedes que oprimen a los humildes y arruinan a los pobres del país… ustedes han convertido la justicia en veneno y el fruto de la justicia en amargura.” (Amós 6:12b).

La visión del profeta Amós y su interpretación del juicio de Dios llevado a cabo con la plomada, tiene vigencia hoy en este país. Mucho de lo que sucede ahora es parecido o idéntico de los tiempos del profeta. Hoy como ayer hay debilidades en el comportamiento de los deberes. Es obvia la carencia de rectitud, disciplina, moralidad, apego a las buenas costumbres y a los principios de la ética.

Entre nosotros prevalece hoy de manera desvergonzada: prevaricación; violaciones familiares; tráfico de influencia; uso y abuso de estupefacientes; incumplimiento de los derechos humanos; pugnas de grupos religiosos; desavenencias entre políticos; irrespeto a las leyes y desentendimiento de las virtudes.

Amós enfrentó a los dirigentes de Israel y enfatizó que “nadie escapa del juicio del Señor.”

Hoy como ayer, imperan las usurpaciones de lo ajeno.

Hoy como ayer, hay grupos que llevan una vida fácil a costillas de los menesterosos o del Estado.

Hoy como ayer, hay los que viven confiados en su poder, influencia, imposición política, social y económica.

Hoy como ayer, hay los que reciben sobornos para hacer arreglos contra el fisco.

Hoy como ayer se trata de desvirtuar las voces moralizantes.

Hoy como ayer, hay quienes les importa la ruina del país mientras están en el poder o en lugares de privilegio, ostentando que son los verdaderos nacionalistas, los puros de conciencia cívica, los llamados a servir al país, pero en verdad se sirven a sí mismos y a sus allegados y amigos.

Las profecías de Amós deben ser tomadas en consideración, ya que la plomada cuelga sobre nuestras cabezas y seremos enjuiciados por la historia y por Dios; esto es así, porque viene desde arriba ese instrumento divino para ver la rectitud y la justicia, para conocer la profundidad de la inconducta y las faltas graves que se cometen o se permiten cometer.

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26 ene 2012

ACERCA DEL PECADO (Cuarta parte)

La Santificación afecta al ser
La santificación instaurada por la fe en Cristo consiste primariamente en una elevación ontológica: los cristianos somos realmente ¨hombres nuevos¨, ¨nuevas criaturas¨. Por lo tanto, ¨el que está unido a Cristo es nueva persona. Las cosas vieja pasaron; lo que ahora hay, es nuevo¨ (2 Corintios 5.17). ¨Somos nacidos de Dios¨, ¨nacidos de lo alto¨, ¨nacidos del Espíritu¨. Juan 1.13 dice ¨y son hijos de Dios, no por la naturaleza ni los deseos humanos, sino porque Dios los ha engendrado¨. Esto también lo observamos de la lectura de Juan 3.3-8.
Así que no es verdad que el cristiano está mas cerca de Hitler que de Jesucristo. Si realmente es un cristiano nacido de nuevo. Ciertamente que hay muchos llamados cristianos que lo están porque no han nacido de nuevo solo son nominales.
Es el nacimiento lo que da la naturaleza. Y nosotros, que nacimos una vez de otros humanos, de ellos recibimos la naturaleza humana; después en Cristo, por el Espíritu, nacimos una segunda vez del Padre divino, y de él recibimos una participación en la naturaleza divina. 2 Pedro 1.4 nos dice: ¨Por medio de estas cosas nos ha dado sus promesas, que son muy grandes y de mucho valor, para que por ellas lleguen ustedes a tener parte en la naturaleza de Dios y escapen de la corrupción que los malos deseos han traído al mundo ¨. Chequee usted, que el ser portadores de la naturaleza de Dios nos libra de los malos deseos, mis deseos no son ahora los mismos que antes de ser cristiano. Mi inclinación no es la misma, ahora tengo en mí interior una inclinación a hacer lo bueno y a luchar con las malas inclinaciones que brotan desde dentro de mi corazón.
La santificación obrada por la gracia de Cristo no produce en el ser humano un cambio accidental, algo que afecte solo el obrar, sino es ante todo una transformación ontológica, que afecta al mismo ser del ser humano, a su naturaleza.
1 Corintios 15.45, 47-48 nos dice: ¨El primer Adán fue hecho alma viviente; el último Adán (Cristo), Espíritu vivificante. El primer hombre fue de la tierra, terreno; el segundo hombre fue del cielo. Cual es el terreno, tales son los terrenos; cual es el celestial, tales son los celestiales.¨
Los padres antiguos de la Iglesia conocían y enseñaban esa realidad. Juan Crisóstomo, dijo: ¨Cristo nació según la carne para que tú nacieras en espíritu; él nació de mujer para que tú dejases de ser hijo de mujer y vinieras a ser hijo de Dios.¨ Agustín de Hipona: ¨Dios manda esto, que no seamos hombres. A no ser hombre te llamó el que se hizo hombre por ti.¨ Ignacio de Antioquia, refiriéndose a la perfecta unión con Cristo, dice: ¨ llegado allí, seré de verdad hombre ¨.
Deificación
Jesucristo santifica al ser humano deificándole verdaderamente por la comunión del Espíritu Santo y de su gracia. Juan 3.6 dice que ¨lo que nace del Espíritu es espíritu.¨ Solo Dios es Dios por naturaleza. Pero como dice el místico cristiano Juan de la cruz: ¨lo que pretende Dios es hacernos dioses por participación, siéndolo él por naturaleza, como el fuego convierte todas las cosas en fuego ¨.

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7 ene 2012

ACERCA DEL PECADO

ACERCA DEL PECADO (Tercera parte)
Pecado y culpa
A menudo los términos utilizados para el pecado aluden a que la traducción «culpa» es justificable. Uno podría incurrir en culpa sin intención, pero la impureza resultante no sería menos objetiva que en el caso del pecado intencional, con insolencia o soberbia, y necesitaría ser eliminada mediante el mismo rito que se emplea para restaurar la pureza.
El concepto teológico de pecado y culpa se ha vuelto complicado por la doctrina de la expiación sustitutoria o satisfacción penal, de la cual hablaré luego.

El relato de la caída
El relato de la caída en su totalidad ofrece una perspectiva sobre la existencia humana como un todo. Se trata de un acto que es típico de la forma en que todos nosotros actuamos con respecto a Dios e incurrimos en culpa delante de él. Esta etiología (Estudio sobre las causas de las cosas) nos presenta la realidad del pecado como la verdadera fuerza que está detrás de todo el desasosiego e infelicidad del ser humano. Una explicación etiológica más general nos justifica en construir sobre este relato una doctrina del pecado original en el sentido de condición universal de pecado. El pecado es motivado por un impulso humano que está presente en todos nosotros, de manera que en millares de variaciones todos seremos tentados de modo semejante y pecaremos de modo semejante. Puesto que la razón y la facultad de juicio nos son innatas, la motivación para pecar está presente tan necesariamente como la vida misma.
El autor sin embargo, no está tratando de dar un relato teológico sino uno popular. El narrador no está urdiendo una teoría, sino hablando a partir de la experiencia irresistible de la tensión interior, y tratando de dales a sus lectores cierto sentido de la grave situación que es inseparable de la existencia humana.

El concepto de pecado en el judaísmo
En el judaísmo es determinante el concepto de la ley. Por eso toda transgresión es pecado. La tendencia en el judaísmo es considerar el pecado como algo individual más que colectivo.
Ezequiel 18:1-4 Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: 2 ¿Qué pensáis vosotros, los que usáis este refrán sobre la tierra de Israel, que dice: Los padres comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera? 3 Vivo yo, dice Jehová el Señor, que nunca más tendréis por qué usar este refrán en Israel.
4 He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá.

¿Somos ontológicamente regenerados del pecado y sus efectos o solo somos declarados justos sin que se opere nada en nuestro ser interior?
Un gran error desde mi punto de vista es que algunos fundamentalistas especialmente calvinistas solo ven en el creyente la obra de la justificación y no la de la santificación y nuevo nacimiento. Para ellos los cristianos salvos continúan ontológicamente igual después de su salvación. La obra del Espíritu no hace nada ontológicamente en su vida interior y alguno proclamó que los creyentes tienen más en común con Hitler que con Jesucristo. Pero veremos.
La palabra ¨ ontología ¨ viene de ¨onto¨ que significa, ser; y ¨logia¨ que significa, estudio o tratado. Por lo que decimos que es el estudio del ser. Cuando decimos santificación ontológica nos referimos a la santificación del ser.
Nosotros defendemos el hecho de que la santificación afecta el ser del ser humano. Nuestra tesis es que la santificación afecta el ser y el obrar, porque de hecho nos hace nuevas personas. Es lo que dice 2 Corintios 5.17 ¨ De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; ¨. Nos detendremos a ver como es que la santificación afecta el ser.
Solo Dios es santo, pero Dios puede santificar al ser humano haciéndole participar por gracia de la vida divina. El Espíritu de Cristo santifica a los seres humanos por su pasión, resurrección, su ascensión, y por su comunión (Juan 17.19).
Los cristianos somos santos porque tenemos la unción del Santo (1 Juan 2.20; Lucas 13.16; Hechos 15.1; 1 Corintios 1.2; 6.19)
La santificación tiene dos dimensiones: Santificación ontológica que afecta al ser, y santificación moral que afecta al obrar.
Continuaremos…

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3 ene 2012

ACERCA DEL PECADO II


Uso lingüístico del término
1.     Jamartáno, que significa «no acertar», «fallar». También se usa figurativamente para «quedarse corto intelectualmente», «equivocarse», «quedarse corto moralmente», «proceder mal».
2.     Jamártema, denota el resultado de fallar, debida primeramente a la insensatez, posteriormente en derecho, en el sentido de infracción. En la LXX generalmente tiene el sentido moral o religioso, «pecado» o «castigo por el pecado». Es poco común en el N.T.
3.     Jamartía, se refiere más a la naturaleza del acto. Es un término global y puede abarcar todas las acciones incorrectas desde simples errores hasta crímenes. Aristóteles la define como falta de virtud debida a debilidad, accidente o conocimiento defectuoso. En la LXX es sinónimo de jamártema y comporta el sentido pleno de culpa moral y oposición consciente a Dios. En el N. T.  significa «ofensa contra Dios con énfasis en la culpa», y se usa para el acto individual
Hechos 2:38 «Pedro les dijo: Arrepentíos,  y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados;  y recibiréis el don del Espíritu Santo.» 1Timoteo 5:22 «No impongas con ligereza las manos a ninguno, ni participes en pecados ajenos. Consérvate puro. También se usa para el pecado como naturaleza humana en su hostilidad contra Dios y hasta para el pecado personificado.

El pecado y la culpa en el griego clásico y en el helenismo
El griego clásico no conoce la idea de pecado como enemistad contra Dios, sino solo de defecto y culpa, de fallar por error o por culpa. La culpa surge por actos individuales. Hacia el siglo VI a. C. el mundo griego con el desarrollo de los misterios expresa esto con las ideas de culpa original –el destierro del alma en el cuerpo- y la amenaza de la muerte. Ahora se ve la culpa como una perturbación del orden, que debe compensarse mediante el sufrimiento. La culpa se asocia con la limitación humana y por lo tanto es postulada por la vida misma. Tiene que ser aceptada y confesada. Es esta culpa inevitablemente se añade la culpa personal, cuando se falla en acatar las advertencias divinas, y en última instancia por ignorancia.  Platón sin embargo, pone un énfasis mayor en la elección individual, mientras que Aristóteles usa el grupo jamartía para referirse a los errores, o a las desviaciones respecto a la norma, y lo despoja de su ligamento con la culpa moral.
Después de Aristóteles, el racionalismo destruye el concepto serio de la culpa. Pero permanece la idea de fatalidad. En los misterios y en el misticismo helenístico el gurpo jamartía se usa para el destino predeterminado que es la causa de la culpa pero que elimina la responsabilidad personal, y entonces la redención que se ofrece mediante los ritos o mediantes la gnosis.

El pecado en el Nuevo Testamento
Jesús no habla acerca del pecado, pero actúa con conciencia de él. Su misión es proclamar el señorío divino en su palabra y obra. Jesús es el siervo que mediante su muerte y resurrección quita el pecado. El pecado es imperdonable solamente cuando las personas reconocen la misión de Jesús por el Espíritu Santo, pero la desafían y se le oponen.

Juan presenta a Jesucristo como vencedor sobre el pecado. La venida de Jesucristo muestra que el pecado es odio contra Dios. Frente a Jesucristo se toma la decisión que divide a los seres humanos. Aquellos que le rechazan mueren en pecado. Pero aquellos que lo reciben encuentran el perdón. La liberación del pecado se logra en la comunidad, donde los creyentes nacen de Dios, reciben la fe y el conocimiento, y realizan la nueva situación en amor. Naturalmente brota la tensión porque los cristianos en realidad sí pecan, pero pueden mantener una impecabilidad básica gracias al papel de Jesucristo como abogado y la obra del Espíritu Santo. En el Apocalipsis, la obra de amor de Jesucristo nos libera del orden pecaminoso del mundo (1,5). Mediante un acto final y definitivo, Dios destruirá el dominio universal del pecado del cual ya hemos sido liberados.

La visión de Pablo se orienta hacia la obra de Dios en Jesucristo, la cual (1) viene a nosotros en la realidad específica del pecado, y (2) nos rescata de esa realidad y nos reconfigura.
Para Pablo el pecado es en su raíz, hostilidad contra Dios. Entró en el mundo por medio de Adán, y por lo tanto mediante la libertad, pero nos subyugó a sí mismo y nos acarreó como salario la muerte. Es así como Pablo conecta el pecado con el destino universal, pero no lo retrata como una necesidad de nuestra condición de criaturas. El pecado existe a partir de Adán, pero solo queda esclarecido por la ley, la cual da actualidad al pecado y revela su carácter, a saber, como culpa responsable en enemistad contra Dios. Nuestra realidad carnal es pecaminosa, no en el sentido que el pecado se equipare con el cuerpo, sin en el sentido que en nuestro ser carnal estamos determinados por el pecado. La ley conduce a pecados individuales al estimular deseos que se oponen a la exigencia divina. Esto les da a todos los pecados el carácter de culpa delante de Dios, y desemboca en el pecar como castigo del pecado.
El acontecimiento Cristo nos sorprende en esta realidad del pecado. Jesucristo viene de parte de Dios a juzgar el pecado y a destruirlo. Así es como el acontecimiento de Jesucristo vence el pecado para todos nosotros. Su venida a nosotros nos libera del pecado y nos constituye de nuevo. Justificado por la fe, tenemos la remisión de los pecados. Mediante la comunión con Jesucristo en el bautismo, quedamos muertos al pecado. Habiendo muerto al pecado, estamos libres de él, y no tenemos porqué continuar en el pecado. Pero existe una tensión entre la vida somática, que está entregada a la muerte, y la vida pneumática, que ha vencido a la muerte. Esta tensión continúa hasta que Jesucristo vuelva otra vez para abolir definitivamente el pecado y la muerte.

Santiago por su parte, hace derivar el pecado del deseo, lo conecta con la voluntad, y encuentra su término en la muerte. El pecado es un acto (2,9) e incluye el fallar en hace el bien. La confesión y la oración traen el perdón (5,15-16).

En el Nuevo Testamento como un todo, el rasgo decisivo es la comprensión que Jesucristo es vencedor, y que en él y con él ha amanecido la nueva edad. Su victoria es una victoria sobre el pecado, el cual es (1) una realidad que socava la humanidad, y (2) un rechazo a la exigencia de Dios en una autoafirmación humana. La victoria consiste en la acción salvífica mediante la cual el pecado queda perdonado y la vida se construye de nuevo.

Continuaremos…

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