17 mar 2011

HACIA UNA CONSTRUCCION DEL PENSAMIENTO TEOLOGICO DOMINICANO

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Una necesaria aclaración al artículo-reacción del Lic. Tomás Gómez Bueno a una publicación de mi parte

Héctor B. Olea C.


La semana pasada mi hermano y amigo Tomás Gómez Bueno hizo de público conocimiento un artículo-reacción de su autoría, en el cual sugiere algunos correctivos a un ensayo que publiqué el pasado mes de diciembre. El ensayo en cuestión tiene como título “Hacia la construcción del pensamiento teológico dominicano, algunas perspectivas”.

Este trabajo lo publiqué originalmente como una nota en mi cuenta de Facebook el domingo 5 de diciembre (el enlace es el siguiente: http://www.facebook.com/profile.php?id=1826843831&sk=notes&s=50). 

Posteriormente, el miércoles 8 del mismo mes, lo publiqué de manera íntegra en mi blog “Estudios bíblicos y teológicos académicos” (http://www.benjaminoleac.blogspot.com/), cuyo enlace es:http://www.benjaminoleac.blogspot.com/2010/12/hacia-la-construccion-del-pensamiento.html

Antes de seguir quiero manifestar mi sincero agradecimiento al Lic. Tomás Gómez que tuvo la gentileza de hacerme saber de la publicación de su artículo-reacción al trabajo publicado previamente por mí.

Ahora bien, confieso que cuando recibí y comencé a leer el artículo de cuatro páginas del Lic. Tomás Gómez Bueno, mi original intención era la de reaccionar punto por punto a dicho artículo; sin embargo, al llegar a la última parte de referido artículo (página 4), lo que leí me sorprendió, me dejó pasmado, y me hizo cambiar de estrategia.

Decidí obviar la mayoría de los cuestionamientos que hace el Lic. Tomás Gómez Bueno de mi trabajo (aunque estoy listo para responderla una por una), para concentrar mi reacción en cuestionar, a partir de dos hipótesis, las dos principales premisas que llevan al Lic. Gómez Bueno a sostener que mi trabajo está “desenfocado”.

Las dos hipótesis sobre las que baso mi reacción son:

Primera hipótesis: El Lic. Tomás Gómez Bueno confunde el papel de la misión como tema central de un trabajo de reflexión teológica, con el papel de la misión como especie de “eje transversal” que subyace, que se da por sentado en el trasfondo, meta y proyección de toda reflexión teológica.

Segunda hipótesis: El Lic. Tomás Gómez Bueno incurre en un error (¿mentira?) garrafal al afirmar que la palabra “misión” ni siquiera aparece en mi trabajo. 

Habiendo definido mi estrategia, paso a analizar las dos hipótesis planteadas.

I) Análisis de mi primera hipótesis:

«El Lic. Tomás Gómez Bueno confunde el papel de la misión como tema central de un trabajo de reflexión teológica, con el papel de la misión como especie de “eje transversal” que subyace, que se da por sentado en el trasfondo, meta y proyección de toda reflexión teológica».

En la página 3 de su artículo-reacción, el Lic. Tomás Gómez Bueno, se expresa sobre mi artículo en los siguientes términos: “es un trabajo importan¬te y que indudablemente aporta, aunque considero tiene problemas de enfoque que es lo que estoy tratando de destacar.”

Pero, ¿por qué “desenfocado”? Citando a Orlando Costas, el Lic. Tomás Gómez Bueno afirma: “La misión como madre de la teología nace de la Palabra de Dios viviente al cruzar las múltiples fronteras de la historia para crear una nueva humanidad. La teología es por esencia misionológica. La misión da nacimiento a la teología en la medida que produce una comunidad misionera fiel y obediente para quien la búsqueda del conocimiento se convierte en una vocación perenne”, (Costas, 1986).”

Entonces, ¿Es desenfocada una reflexión teológica que no tenga como tema central la “misión de la iglesia”, misión de la iglesia que hunde sus raíces en la llamada «misio Dei»?

Me parece que el Lic. Tomás Gómez Bueno confunde el hecho de que la misión sea el enfoque central de algún determinado ensayo teológico, con el hecho de que la “misión” como especie de “eje transversal”, esté en el trasfondo, aspiraciones y proyecciones de toda reflexión teológica.

Llevando al extremo la premisa del Lic. Tomás, habría que decir que, por ejemplo, la enseñanza de los idiomas bíblicos carece de importancia en las universidades, institutos, seminarios y otras instituciones donde se imparten estudios bíblicos y teológicos. Los estudios de los idiomas bíblicos estarían desenfocados, pues si bien son indispensables para darle el debido soporte exegético a la concepción bíblica de “misión”; sencillamente, repito, están “desenfocados”, pues no se relacionan de manera directa con la misión de la iglesia, ni en lo inmediato la tienen como objeto de estudio. 

En consecuencia, habría que restarle importancia a la inversión de tiempo y energía que procura el tratar de entender, por ejemplo, las implicaciones del participio hebreo o griego en la exégesis bíblica. Lo triste es que esta actitud y concepción (forma de pensar, etc.) pone de manifiesto, por un lado, el intento de minimizar el papel que desempeña la traducción de la Biblia en la misión de la iglesia, como fruto de los trabajos bíblicos y teológicos académicos. Y por otro lado, ignora que históricamente y, precisamente, en las discusiones que involucran el análisis de la urgencia e implicaciones de la llamada “gran misión” en Mateo 28 y Marcos 16, está de por medio la problemática de las característica y los usos del participio griego.

Ahora, no ignoro y comprendo que en el ámbito de los estudios misionológicos (o misiológicos, según otros), es muy popular la tesis de Martin Kahler de que «la misión es la madre de la teología». Según Kahler la teología empezó como «una manifestación de acompañamiento a la misión cristiana», y no como «un lujo en manos de la iglesia dominante» (citado por David J. Bosch, Misión en transformación, página 32). 

Sin embargo, es obvio que la idea (o concepto) de “teología” a la que apunta Martin Kahler es la llamada “teología académica”. Pero si partimos de la teología como “el conjunto de premisas sobre las cuales se basó la acción misionera”, por ejemplo, de Pedro y Pablo, entonces, habría que decir que la “teología (en esta etapa, pura cristología, como ese conjunto de premisas que suponían una determinada valoración e interpretación de la persona de Jesús en el proyecto de la «misio Dei»), en este sentido, es más bien la «teología» la madre de la misión, y no al revés. 

Este hecho adquiere mayor relieve cuando notamos que Pablo fue capaz de escribir “teología” a una iglesia que no había visitado, pero por la que sentía un deseo profundo de visitar y conocer (la carta a los Romanos 1.8-15; 15.22-33). Es cierto que el trabajo misionero de Pablo en Asia menor explica el origen del conjunto de la literatura paulina y deuteropaulina. Sin embargo, no es menos cierto que antes de escribir (o dictar) siquiera la primera línea de una epístola, primero existió la predicación oral del apóstol. Ahora, ¿no era «teología» el contenido de la enseñanza y predicación oral de Pablo en su labor misionera? ¿Inició Pablo sus viajes misioneros, sin «teología»? ¿Carecía de «teología» la proclamación oral de Felipe, según se registra en Hechos 8.26-40? 

En este mismo sentido resulta muy ilustrativo el hecho de que la evidencia bíblica demuestre que una determinada concepción (o concepciones teológicas y cristológicas) constituían el fundamento de la predicación oral que caracterizó la acción misionera apostólica. Esa misma evidencia apunta a que la original “predicación oral” de los apóstoles, posteriormente llegó a plasmarse en unos textos, textos que son hoy la materia prima de la reflexión teológica pastoral y académica, en palabras del biblista Francois Paul-Dreyfus «Exégesis en la Sorbona, exégesis en la iglesia». Considérense los siguientes ejemplos:

1 Tesalonicenses 3.4 “Porque también estando con vosotros, os predecíamos que íbamos a pasar tribulaciones, como ha acontecido y sabéis.”

2 Tesalonicenses 2.5 “¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto?”

2 Tesalonicenses 3.10 “Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma.”

Conclusión: La reflexión teológica académica se basa en el análisis de unos textos que ciertamente surgieron en la urgencia del cumplimiento de la labor misionera de los apóstoles (de la misión a la teología). Pero por otro lado, esa labor misionera no carecía de contenido, no partió del vacío, sino de una serie de concepciones teológicas (principalmente cristológicas) que motorizaron la acción misionera apostólica, y que le dieron contenido a la proclamación oral acerca del Jesús crucificado y resucitado, el «kerigma» (de la teología a la misión).

Desde esta realidad, comparto con el Lic. Tomás Gómez Bueno, su preocupación por la necesaria interacción entre la reflexión teológica académica, y la realización de la misión de la iglesia.

Lo que no comparto es la idea de que la misión debe ser siempre el tema central de toda reflexión bíblica y teológica. No comparto la idea de que toda reflexión teológica que no tenga como meta central y objetivo inmediato la “misión”, esté desenfocada. Además, no de debe perder de vista que es posible y necesario que desde distintos campos y estudios teológicos, se debe, y de hecho de da, el aporte y participación en la misión en formas y maneras distintas y específicas. Por eso, no sólo participa en la misión, el misionero que es enviado de manera exclusiva a un determinado campo misionero; también participa el biblista y exégeta cuando con su reflexión y profundización de los textos bíblicos, sugiere e invita a considerar niveles y aspectos insospechados de la misión y de la pastoral.

Tampoco comparto el que se ignore que en realidad, circunscribiéndonos específicamente al NT, el proceso fue el siguiente: 1) De la cristología (teología) a la misión, originalmente mediante una proclamación oral; 2) De la proclamación oral en misión, sustentada en esa cristología (teología), resultó la iglesia; 3) Esa comunidad de fe necesitó que esa teología, comunicada originalmente de forma oral, se expresara luego en unos textos; 4) Toda reflexión teológica posterior (académica y pastoral) igualmente se hace y debe hacerse en “misión”, es decir, teniendo como trasfondo, meta y proyección, la “misión de la iglesia” en su más amplia expresión. 

En coherencia con estas perspectivas fue que en un trabajo anterior (La reflexión teológica y sus temas) definía la teología en los siguientes términos: “la teología no es tanto un estudio de Dios, comoun estudio de Dios en el contexto de las acciones que lo relacionan con el ser humano y toda la creación como creador y redentor, según las pistas que nos proporcionan la Biblia y la historia.” 

II) Análisis de mi segunda hipótesis:

«El Lic. Tomás Gómez Bueno incurre en un error (¿mentira?) garrafal al afirmar que la palabra “misión” ni siquiera aparece en mi trabajo». 

¿Por qué elaboro mi segunda hipótesis en esta manera? Por las siguientes palabras textuales con que se expresa el Lic. Tomás Gómez Bueno respecto de mi trabajo: “La palabra misión ni siquiera aparece en el trabajo de Olea.”

Pero, ¿Está hablando con propiedad el Lic. Tomás Gómez Bueno? ¿Está hablando con la verdad?

Ahora, al leer las citadas palabras textuales del Lic. Tomás Gómez Bueno, expresadas con una aparente seguridad y propiedad sorprendentes, se dan por sentado varias condiciones: En primer lugar, que para no incurrir en un falta de respeto intelectual a su propia persona, a la mía, y a las que habrían de leer tanto su trabajo como el mío; lo primero que haría el Lic. Tomás Gómez Bueno, sería leer y releer muy bien mi artículo para no incurrir así en errores epistemológicos que vendrían a restarle valor a su crítica, a su aporte.

Pero ¿Será cierto que el Lic. Tomás Gómez Bueno leyó muy bien, y de manera íntegra mi ensayo? Desde ya, lo pongo en duda. 2) En segundo lugar, que no se dejaría influenciar por factores extraños a la integridad de mi ensayo, a fin de que su reacción pudiera ser una crítica válida y aceptable, una reacción adecuada y hasta necesaria en virtud de lo parcial de mi propuesta. Una reacción que vendría a fortalecer el conjunto de mis sugerencias, y no el pretender restarle valor (¿ridiculizarla?) partiendo de una premisa falsa, sin fundamento alguno. 

Pues bien, para demostrar que esta afirmación del Lic. Tomás Gómez Bueno es falsa de toda falsedad, voy citar ahora, textualmente, un párrafo en que claramente se ve la presencia de la palabra “misión” en mi trabajo, cito: ¿Cómo se habría de enfocar la misión de la iglesia, la apologética y la actitud ecuménica ante el hecho de la realidad multiconfesional del cristianismo en la República Dominicana?(Página 6, pregunta número 4).

La gran pregunta es: ¿Por qué no vio el Lic. Tomás Gómez la presencia de la palabra “misión” aquí, como parte de mi trabajo? ¿Qué pudo nublarle el entendimiento para no ver una palabra que siempre estuvo ahí? ¿Qué tan aceptable es la afirmación de que mi trabajo está desenfocado, cuando una de las premisas importante de su argumento se basa en un error (o ¿una mentira?)?

¿Qué tan enfocado estaba el Lic. Tomás Gómez Bueno en la lectura de mi ensayo cuando afirma erróneamente (repito e insisto, erróneamente) que la palabra “misión ni quiera aparece en el trabajo de Olea”? ¿Qué tan seria y mesurada fue su lectura de mi artículo? ¿No imaginó el Lic. Tomás Gómez Bueno que el pretender reaccionar a un artículo sin haberlo leído bien, sin haberle dado la debida y necesaria ponderación, lo inhabilitaba para escribir con propiedad una especie de reacción-enmienda a dicho artículo? 

A pesar de la errónea afirmación del Lic. Tomás Gómez Bueno, quiero advertir con toda propiedad que las dos publicaciones originales que hice de mi ensayo, sí contienen la palabra “misión”, y si el Lic. Tomás Gómez Bueno hubiera leído mi artículo con la debida mesura, lo habría sabido. 

Además, en el mismo ensayo, otra forma en que pongo de manifiesto mi preocupación por la misión de la iglesia y sus implicaciones, es: “¿Cómo habrá de influenciar y potenciar al testimonio cristiano (y la espiritualidad que supone), el desarrollo y consolidación de un “pensamiento teológico” con verdaderos matices dominicanos? ¿Cómo ha de fortalecer, darle contenido y consistencia al oficio profético de la iglesia?” (Página 6, pregunta 6) 

¿Por qué tampoco ve el Lic. Tomás Gómez Bueno, una referencia a la “misión” de la iglesia, en este otro párrafo? Advierto de nuevo que estas palabras que traigo a colación también estaban y siempre estuvieron en las dos publicaciones originales de mi ensayo. Por lo tanto, si el Lic. Tomás Gómez Bueno hubiera leído mi artículo con la debida mesura, de seguro que lo habría sabido. 

Es más, voy a ir mucho más lejos. Resulta y viene a ser que el núcleo dominicano de la Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL) con anterioridad a la publicación del artículo-reacción del Lic. Tomás Gómez Bueno, me había invitado a hacer una exposición sobre “el pensamiento teológico dominicano”, basado precisamente en el artículo al que reaccionó el Lic. Gómez Bueno. Lo que estoy diciendo es que el núcleo dominicano de la FTL conoció la publicación original de mi artículo, y puede dar fe y testimonio de que los párrafos citados -(los que demuestran la falsedad y falta de fundamento de la afirmación del Lic. Gómez Bueno con respecto a la presencia de la palabra “misión” en mi trabajo)-, siempre estuvieron presentes en el documento original de mi ensayo. Esto significa que en ninguna manera alteré mi ensayo para pretender hacer quedar mal ahora al Lic. Tomás Gómez Bueno.

Ahora bien, si la palabra “misión” y la idea de “misión” estuvieron siempre presentes en mi trabajo, ¿Por qué lo niega el Lic. Tomás Gómez Bueno? ¿Error o mentira? ¿No es lo mismo?

Creo que efectivamente podemos establecer cierta diferencia entre un “error” y una “mentira”.

Se entiende que un “error” no necesariamente involucra malas intenciones; si bien supone un “yerro”, una inverosimilitud; no obstante, no implica una actitud consciente tendente a alterar unos datos para acomodar y justificar así alguna conclusión deseada.

La “mentira”, aunque también supone un “yerro”, al igual que el “error”, se diferencia de aquel, en que involucra cierta manipulación consciente y una alteración de los datos, igualmente consciente, con tal de justificar una determinada y deseada conclusión. 

Como se ve, lo cierto es que tanto en el escenario de un supuesto inocente “error” como el de la “mentira” consciente, el Lic. Tomás Gómez Bueno no sale bien parado, no termina bien. Me explico.

Si fue un “error”, esto pone en evidencia que el Lic. Gómez Bueno no leyó bien mi artículo y, sin embargo, se atreve a hablar con una supuesta propiedad, como si tuviera un real conocimiento de causa, cuando en realidad no demuestra ese necesario conocimiento de mi ensayo, cuando escribió su artículo-reacción, y al hacer referencia a mi artículo en cuestión. 

Pero lo peor de todo, lo que no deja de llamarme poderosamente la atención, es cómo el Lic. Gómez Bueno saca una conclusión falsa, pues su premisa es igualmente falsa (que la palabra “misión ni siquiera aparece en mi trabajo). De todos modos tengo que reconocer que el Lic. Tomás Gómez Bueno no parece percatarse de su error. 

Obviamente, en este escenario (que aparentemente es el mejor de los dos), hay una clara e injustificable falta de respeto intelectual de Lic. Gómez Bueno hacia su persona, hacia la mía, y frente a todas aquellas personas que habrían de leer tanto mi artículo como el suyo. La propiedad y seguridad de la que presume el Lic. Gómez Bueno (con respecto al conocimiento de mi ensayo) son tan fuertes y sorprendentes que hasta tiene la gentileza de colocar en su artículo el enlace de mi blog donde podrían sus lectores consultar mi trabajo (y esto no es malo).

Conclusión: De acuerdo a los datos que siempre ha tenido mi ensayo (incluso en sus dos publicaciones originales), y la conclusión a la que llega el Lic. Gómez Bueno (“que mi trabajo tiene un problema de enfoque”); puedo decir que, penosamente, el Lic. Tomás Gómez Bueno cometió un tremendo desliz al decir tan tranquilamente que “La palabra misión ni siquiera aparece en el trabajo de Olea” (página cuatro, parte final del cuarto párrafo de su artículo).

Obviamente, no se puede perder de vista la manera en que este “grave error” pone bajo serio cuestionamiento el artículo-reacción del Lic. Tomás Gómez Bueno por completo, sus motivaciones y sus pretensiones.

Ahora bien, si en vez de un “error” fue más bien una “mentira” (idea que me resisto a creer), una especie de manipulación consciente, con tal de desacreditar mi ensayo, pero tratando de lograr así el justificar y legitimar una conclusión realmente infundada; lo cierto es que también en este escenario (que es el peor de los dos), igualmente hay involucrada una clara e injustificable falta de respeto intelectual de Lic. Gómez Bueno hacia su persona, hacia la mía, y frente a todas aquellas personas que habrían de leer tanto mi artículo como el suyo.

A cualquiera se le perdona un “un error” cuando está planteando un trabajo que no supone ser una reacción a otro trabajo; pero cuando una persona de manera deliberada y consciente se traza la meta de demostrar que un determinado trabajo intelectual “tiene problemas de enfoque” (palabras textual de Gómez Bueno), el caso es muy diferente. ¿Por qué? Porque apenas si puede ser perceptible, en tales situaciones, la frontera que separa el “error” sano e involuntario, de la “mentira” y la “manipulación consciente y malsana” de unos datos, con tal de desacreditar el trabajo del alguien; pero sustentando una conclusión falsa, en virtud de ser igualmente falsa, su premisa. 

Finalmente, quiero insistir en que en mi trabajo original sostenía que estaba exponiendo mis inquietudes, desde el contexto académico en que por tantos años he trabajado, como biblista y teólogo. Originalmente también reconocí que habría otras personas que también aportarían las suyas. Si el Lic. Tomás Gómez Bueno, desde otro ámbito de la reflexión teológica entendía que la “misión” merecía un mayor relieve, tenía y tiene todo el derecho de formular y compartir sus propias inquietudes, sin la necesidad siquiera de mencionar mi propuesta, y mucho menos sin negar (como de manera errónea lo hace) que la “misión” como palabra y concepto, estuviera realmente implicada, que tuviera una real y efectiva presencia en mi propuesta.

De todos modos al ser público mi ensayo, es claro que existía y existe la real posibilidad de que pudiera convertirse en objeto de análisis, discusión y objeto de reacción; pero el problema no está ahí. A pesar de las debilidades que he demostrado que tiene el artículo reacción de mi hermano Tomás Gómez Bueno, le agradezco el que haya tomado mi trabajo como punto de arranque para motivar la continuación de la discusión en este interesante tema, y para contribuir desde su particular tema de interés y enfoque, a la “construcción del pensamiento teológico dominicano”. 

Como advertí en mi trabajo, sólo me atreví a compartir mis inquietudes, desde mi experiencia y particular ámbito de trabajo. Se hace necesario, pues, el que otras personas, también desde su particulares ámbitos de trabajo eclesial, social y académico, así como a la luz de sus experiencias particulares, y sus peculiares o específicos enfoques, compartan también las suyas. 


¡Bienvenidas sean todas las demás!

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