20 dic 2011

LA BIBLIA Y EL LUGAR DE LA MUJER I

Compartir
 
El día 19 de Diciembre del presente año (2011), la Asociación Dominicana de Teólogos Evangélicos tuvo un importante y hermoso conversatorios sobre el lugar de la mujer en la Biblia. Iniciamos con una introducción presentada por Felipe Rincón Vásquez sobre la forma en que ha sido vista la mujer en la iglesia y en la sociedad, y luego nos detuvimos a analizar lo que es el plan original de Dios para la mujer según los primeros dos capítulos de Génesis.
Para el disfrute de todos los teólogos publicamos a continuación la introducción del teólogo Felipe Rincón y luego las notas de los detalles que destacamos en génesis 1 y 2 acerca del plan original de Dios con la mujer.


Palabras introductorias

Las prédicas de Jesucristo y la tentativa de revolución social que la acompañó llegaron a Europa únicamente como reforma religiosa. Pablo de Tarso, el primero que predicó en Europa el cristianismo, propugnó una reforma moral y una religión espiritualista. Había tomado de las prédicas de Jesucristo una idea noble y fecunda, la idea de igualdad. Pablo afirmó la igualdad entre el hombre y la mujer; aunque solo los equiparó ante Dios. Las luchas iniciales del cristianismo confirmaron esa equiparación: la mujer igualó al hombre en la fe, en el heroísmo, en el martirio. Fue admirada, ejemplarizada, santificada. Y como esa igualdad no era más que en Jesucristo, los primeros cristianos no la rechazaron. Pero Jerónimo escribió que lo que la ley divina prescribe a uno de los esposos, lo impone a los dos, haciendo que la ola igualitaria invada al matrimonio. Esa  igualdad moral debía pasar a las leyes y al terreno económico. Naturalmente al llegar ahí, la equiparación no fue respetada. El cristianismo paulino se contaminó con las viejas creencias y tradiciones. La igualdad de los sexos subsistió ante Dios únicamente. Los Padres de la Iglesia, que empezaron a ser una organización poderosa, tenían opiniones muy particulares sobre la mujer. En primer lugar discutieron si tendría un alma. Además no solo la mujer era impura sino que su contacto creaba impureza; por lo tanto, el matrimonio era un estado de impureza. Solo se dio protección legal al hijo como heredero. La iglesia glorifica el celibato, y considera el segundo matrimonio como un adulterio; reemplaza el divorcio por la separación de los cuerpos; prohíbe el matrimonio de los clérigos. Las leyes canónicas son especialmente humillantes para la mujer, y la colocan muy atrás en su condición tradicional de inferioridad.  Ella es la gran culpable. Se la maldice, se la declara diabólica y obscena. San Juan Crisóstomo la acusa de manchar al hombre por la unión sexual. A no ser por su culpa en el Paraíso y el pecado original, Dios habría encontrado otra manera menos vergonzosa de perpetuar la especie. ¨Mujer, dice Tertuliano, deberías ir siempre vestida de duelo y en harapos, para redimirte del pecado de haber perdido al género humano. ¡Eres la puerta del Infierno! ¡Por tu causa murió Jesucristo!¨.

Para el derecho canónico, solo el varón ha sido creado a la imagen de Dios; la mujer, no. En consecuencia, debe estar sometida al varón. No se le permite servir de testigo ante la justicia, porque su testimonio no es digno de fe. Todas las leyes protectoras de la mujer dictadas por los emperadores, todas las inspiradas por el cristianismo primitivo, desaparecen en las leyes canónicas.

Después de la Revolución de 1789, se establecen nuevos derechos para la mujer. Las leyes del 15 y el 18 de abril de 1791 establecen la igualdad civil del hombre y de la mujer en la familia y en la sociedad. Esa igualdad se falseó en seguida por la codificación de varias leyes en relación con el matrimonio y la sociedad.
La mujer hasta el siglo XIX fue siempre arrastrada por circunstancias en las que no influyó directamente. El movimiento iniciado conscientemente por la mujer para mejorar su condición integral, y que hoy se encuentra en vía de desenvolvimiento, tuvo su inicio en el siglo XIX, después que la Revolución Francesa hubo declarado, pomposamente, la igualdad de la mujer con el varón en cuanto a los derechos civiles. Pero este no fue un movimiento de unas cuantas mujeres imbuidas de ideas revolucionarias, el movimiento feminista vino después y ha sido consecuencia de procesos sociales que se están desarrollando implacablemente. Lo que ha hecho la mujer es tomar conciencia de esos procesos y cooperar con ellos. Ese proceso seguirá su curso como todo proceso histórico. ¿Qué haremos los teólogos dominicanos? Nos quedaremos de brazos cruzados repitiendo con mentes retrógradas los errores del pasado o aprovecharemos las circunstancias para  redimirnos y retornar a los principios de igualdad predicado por Jesucristo y por el Apóstol Pablo.
En un ensayo publicado el 10 de diciembre del año en curso (2011) por Aníbal Castro en el periódico Diario Libre, señala lo siguiente:
Nos socializamos en un país oficialmente católico, religión de cuyo ejercicio sacerdotal está excluida sin apelación la mujer. Igualdad ante Dios, pero no para celebrar los cultos con la formalidad que acuerda la liturgia de una iglesia autocrática y en la que la cátedra papal arrastra categoría de verdad revelada. Esta tutela reforzada con las enseñanzas contrarias a la igualdad de género reina suprema como arbitro de una moral trasladada a nuestra Constitución.¨
Es tiempo de releer los textos sagrados en cuanto al lugar de la mujer en la sociedad. Es tiempo de levantar la verdad bíblica por encima de los dogmas históricos que le han hecho tanto daño a la mujer por aquello de ser el instrumento por el que vino el pecado al mundo.

Aníbal Castro en el ensayo antes citado acusa al verdadero padre del cristianismo (el apóstol Pablo) de una doctrina de maltratos a la mujer y discriminatoria y que sirven como fundamentos ideológicos de la violencia de género, e indica que otros autores bíblicos transmiten textos de irrespeto a la mujer y consagración del hombre como paterfamilias y recipiente de la autoridad en el hogar. ¿Cuál será nuestra respuesta ante estas y otras demandas que la sociedad nos exige en cuanto al tema en cuestión? ¿Realmente la doctrina cristiana ha establecido fundamentos ideológicos de la violencia de género? Si es así, ¿Es eso esencial al cristianismo o una deformación del mismo?

Es tiempo que veamos qué es lo que realmente enseña la Biblia en cuanto al lugar de la mujer en la iglesia y en la sociedad.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: Los comentarios que estén fuera de lugar o no guarden respeto no serán publicados.